La magia de las velas
¿Cómo actúan las velas?
Esta acción podría resumirse en tres palabras: fuego, luz y fe. Cuando encendemos una vela, ponemos en marcha el fuego sagrado, capaz de transmutar la energía. Por su intermedio se aplica el poder adivinatorio que sacara a la luz los secretos que moran en las formas, en la llama, en el color.
Por medio de este cromatismo correlativo, rescatamos un mundo de sabiduría, analizando el valor de los colores como esencia básica. Partimos desde el rojo, como la vibración más baja, que contemporiza con los sentidos físicos y los deseos mundanos, hasta llegar al violeta, que posee la más alta vibración, pues nos comunica con las fuerzas celestiales.
Todo vibra en el universo. Esas pulsiones o vibraciones invisibles no pueden ser captadas por nuestros sentidos, pero sí por nuestro registro acásico o ancestral. Esta proyección es absorbida por nuestra fuerza de voluntad, que la canaliza a través de una poderosa masa de energía, que adquiere formas. Las llamas son formas en grado elevado. Estos conocimientos, sabiamente utilizados, son medios que sirven para lograr nuestros propósitos.
La llama terrestre tiene su origen en las llamas celestes, siendo un arco iris de colores. La luz, el fuego y el color de las velas se combinan para alumbrarnos y darnos el sentido que buscamos. Los rituales se basan en la idea de iluminación: al encender una vela se establece una correspondencia entre su luz y la luz interior de quien la prende. Por eso, el ritual es una manifestación de lo que llevamos dentro, es una manera de acercarnos a elementos mágicos y poderosos para transformar nuestra vida, nuestra realidad.
Poniendo en marcha el ritual de las velas sacaremos al exterior tanta energía, bondad, fuerza o sabiduría como llevamos dentro. Por eso cada persona vivirá esta experiencia en forma única, individual, propia e intransferible. Con la chispa encendemos el fuego de nuestros pensamientos y deseos exclusivos. No dependemos de nadie, sólo de nosotros mismos. Es un ritual solitario y personal. Somos nuestro propio ángel, nuestro propio dios, pequeños magos tratando de hacerse a sí mismos. No es poco: las velas nos ponen en nuestras propias manos. Somos nuestra exclusiva responsabilidad.
¿Dónde reside el poder de las velas?
El poder de las velas está en el fuego. Y el poder del fuego está en cada uno de nosotros. Encender una vela es iluminar todo lo oscuro, es dominar lo oculto por medio del fuego. Esta es una tarea mágica y transformadora.
La noche y la oscuridad siempre se relacionaron con lo esotérico. La vela, a través de la fuerza del fuego, ilumina la negrura con energía vital y nos comunica con otro mundo. Dicho de otro modo: con las velas es posible transmutar la energía a través del fuego, y todo lo negativo se transforma en positivo. Esto también depende de la intención con que se la encienda. Lamentablemente, también se prenden velas en los ritos de magia negra y magia roja (especialmente en religiones de origen africano, que usan las velas de estos colores). Las velas negras generalmente son negativas, pues este color pertenece al planeta Saturno. A veces es malo prender una vela negra porque se puede captar una energía nefasta. Pero si se lo sabe utilizar correctamente, el negro es capaz de captar buena energía (ya se sabe que es el color que más absorbe los rayos solares). Por lo tanto, la vela negra puede ser bien utilizada para tomar energía y absorber problemas físicos. Sólo hay que tener cuidado con los ritos que se realizan.
El fuego, los colores, la magia, también pueden ser negativo. Si alguien quiere hacer un daño a través de las velas puede lograrlo, utilizando determinados espíritus elementales. La vela toma esa energía y la fuerza del pensamiento que se invoca. Si alguien mueve una energía densa y dañina, la vela capta y actuará en consecuencia.
Este tipo de magia es la que mueve densidades que persiguen el daño o mal manejo en beneficio propio. Por eso el ritual es un ejercicio serio y responsable, y quien lo pone en práctica debe ser consciente del poder y la energía que va a movilizar.
La fuerza de las velas también se relaciona con el tiempo, con la duración del ritual. El fuego va quemando etapas. Con su poder de luz y calor va consumiendo lo negativo. Por la correspondencia entre lo interior y exterior, la persona se va iluminando por dentro y, según pasan los días del ritual, se va transformando su realidad exterior.
También es importante hablar de cromoterapia, ya que las velas tienen distinto poder según sus colores. Hay un color para cada problema: hay velas de dos colores, de siete colores, etcétera. Lo importante es que el consultante debe saber que no todos los colores son iguales, ni obtienen los mismos resultados, ya que las llamas son distintas según las variedades de tonos y, por lo tanto, el poder energético varía también.
No obstante estos elementos, hay un requisito fundamental para poner en marcha el poder de las velas, la fe. Para acceder a la velomancia o a los rituales no hace falta ningún preparativo ni estudio previo. La persona no necesita haber hecho un curso, ni control mental, ni meditación, ni yoga. Se trata, sencillamente, de que no tenga miedo, sino confianza en lo que va a hacer. La fe es la que mueve la energía: es la fuerza interna que va a revertir las situaciones y posibilitar el cambio deseado. Esto no se aprende ni se adquiere. El consultante lo lleva dentro, lo siente. Por supuesto que la velomancia es un conocimiento, y puede ir profundizándose para avanzar en su práctica. Pero los rituales aquí presentados están al alcance de todos y no necesitan más de la creencia firme en la transmutación de la energía.
Mas allá del color que tengan las velas, según el ritual elegido, hay una característica fundamental, que debe respetarse estrictamente. Las velas utilizadas no pueden estar preparadas con grasa animal. Tienen que ser velas vegetales.
Las que están hechas con grasa animal mueven una energía densa, pesada, y genera Karma. Contienen elementos de muerte y por eso están absolutamente descartadas. Las que se usan deben ser de parafina vegetal, puras, sin ninguna mezcla rara.
Las velas de grasa animal (las que normalmente utilizamos cuando se corta la luz) se reconocen por el sebo, son pastosas y marcan cualquier superficie que tocan. Si las tomamos, nos dejan las manos engrasadas, sucias (son las que se venden en los kioscos, supermercados y comercios en general).
En cambio, las velas vegetales buenas no dejan marca ni engrasan, parecen de acrílico (se venden en santerías o locales especiales de artículos esotéricos).
No olvidar este punto: Si se quema una vela animal no se obtendrán beneficios sino todo lo contrario, se generara una energía opuesta a la deseada.
Texto Extraído del Libro El Mágico Poder de las Velas. Velomancia, Rituales y Secretos de una Práctica Milenaria.
Por Waldo y Elena Casal. Derechos Reservados.